Administración pública en los tiempos del obradorismo

La administración pública es la columna vertebral del Gobierno, permite materializar cotidianamente las normas e instituciones a través de la movilización de recursos para alcanzar sus objetivos.

En este sentido, el aparato burocrático influye procesos sociales por acción u omisión, ya que finalmente, es la herramienta no solo del gobierno, sino del Estado mismo para alcanzar objetivos que derivan del pacto social.

Dicho lo anterior, la premisa previa sirve para definir cómo es que la administración pública es esencial para un gobierno exitoso o bien que desencadene un cúmulo de desastres.

El gobierno actual -que se ha hecho llamar bajo el slogan de cuarta transformación, -aludiendo a los hitos de Independencia, Reforma y Revolución- ha impartido cátedra sobre administración pública como caso de estudio.

Caso de estudio que, valga precisar, ha mostrado de forma rotunda que no solo se han implementado políticas francamente inviables. Sino además, que ponen el riesgo la viabilidad misma del Gobierno Federal.

Me explico: reiteradamente, las decisiones del gobierno han sido impugnadas por carecer de legalidad y transgredir derechos humanos. 

No obstante, dentro del caos aparente que rigen las decisiones lo cierto es que hay patrones recurrentes que están configurando el aparato de gobierno actual. He aquí los elementos que se advierten: 

Voluntarismo administrativo, el gobierno se encuentra entrampado en múltiples litigios, derivado de privilegiar el impulso del mandatario y su proactividad que en sus conferencias diarias cambian el norte de las instituciones conforme al ánimo o bien la agenda social. Estamos ante un gobierno en campaña mas interesado por avasallar en lo mediático que gobernar bajo el silencioso y frío escritorio. 

Precariedad administrativa, el gobierno está implementando una macro política de recorte que ha impactado en la operación de instituciones y también, vulneración de derechos humanos, con el objeto de transferir esos recursos a los proyectos predilectos del gobierno. 

El ariete argumentativo ha sido el de la corrupción de los gobiernos pasados (cuestión de suyo irrefutable); pero se toma un diagnóstico correcto con soluciones inadecuadas. 

Centralización militarista, se ha cedido el control de funciones del gobierno civil no solo en tareas de seguridad pública, sino además en infraestructura pública y control de mercancías. El control de recursos tan amplios tendrá repercusiones a largo plazo para quitar esas funciones al orden militar. 

Propagandismo sobre transparencia, en el presente caso los ejercicios de rendición de cuentas que supondrían las conferencias mañaneras han sido reemplazados por foros de promoción de la imagen presidencial que a absorbe el ámbito mediático. Se ha soslayado el uso del acceso a la información para rendir cuentas, es decir contar con información veraz, imparcial y verificable por otra que con tintes ideológicos crea climas o posturas para favorecer la agenda gubernamental.

Esos son solo unos elementos que dan cuenta del gobierno actual en el orden administrativo. Las repercusiones de factores sumados arriesgan la viabilidad programática del gobierno bajo el estilo personal de gobernar.

Como se ha dicho, el diagnóstico que llevó al actual gobierno al poder efectivamente conectó con la visión electorado; sin embargo, al llegar al poder los vicios administrativos son múltiples y no solo no han sido corregidos sino se acumulan a una administración pública precaria y ahora guiado por un criterio estrictamente que deriva del visión del mandatario. Veremos si la fe ciega es un criterio correcto para gobernar. 

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